Sisco Lorente

Sisco es un artista de oficio consagrado, pulido y creativo. En su madurez, dejado ya el mundo laboral de la ilustración publicitaria, se dedica a lo que ama: el arte y la tauromaquia.

Lo conocí en su estudio, pulcro e inspirador, de la calle Call, en pleno Barrio Gótico de Barcelona, enseguida surgió la magia para que forme parte de nuestro grupo de artistas.

Él nos comenta: “Nací junto a la tapia de los corrales de la Plaza de Toros Monumental de Barcelona. Recuerdo muy bien que, mientras mi madre me enchufaba el biberón, yo notaba que el aire me traía el tufillo perfumado de los toros bravos. En las noches de plenilunio, escuchaba el mugido nostálgico de las reses que añoraban la dehesa.

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Estalló la guerra Civil, años de color rojo-sangre, cornás de hambre, años para olvidar…

De jovenzuelo, en un estudio de artes gráficas, tomé la alternativa de doctorarme trazando dibujos para ganarme el “pan con mortadela”. Pasado un tiempo y muchas vivencias en Mallorca inolvidables, pase a otra agencia, donde viví en perfecta simbiosis recreativa, pensando y realizando, anuncios y bocetos a la vez que toreaba por verónicas. Intenté dar algunos capotazos a ciertos aspirantes a ejecutivos-agresivos, descubriendo que la lidia de estos ejemplares tenía más peligro, pues estaban resabiados y algunos tenían las defensas muy desarrolladas.

Más tarde, con mis tres hijos, pasábamos algunos veranos en los pueblos salvajes del Delta del Ebro y me lanzaba a los “correbous”, un torbellino primitivo y brutal Enel que, sintiendo la proximidad de los toros, notaba cómo se erizaba mi piel…

Con muchos años de alternativa ascendí en el escalafón: caligrafié pergaminos, fui grafista, dibujador, diseñador, ilustrador, pintador,.. hasta llegar a la excelencia de “Art Director”.

Cuando los “ordeñadores” personales jubilaron el lápiz, el papel, los colores y todos los trastos clásicos de toreá, el apoderado de la empresa multinacional, consideró que ya me había ordeñado bastante y me cortó la coleta, en inglés: to the puta Street.

Tracé un paréntesis y salí del burladero. Respiré aire fresco, caminé miles de kilómetros, descubrí gente de otros planetas… De repente, en la penumbra del Museo Picasso quedé deslumbrando por la obra de Magnelli. Su influencia hizo renacer mi casta pintorera. Me volví a clavar mentalmente la coleta en el occipital.

Ahora pues, a contracorriente, vuelvo a pintar fulgor de alamares, luz y sombra, estética ancestral en el rito. Con toda esta historieta sentimental clavada en el corazón, tenía que manifestarse el Minotauro pasional que llevo dentro.

He aquí mi particular aproximación a la tauromaquia”.

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